jueves, 18 de septiembre de 2008

Un estilo de Juan Pablo Vitali

Caballeria Rosista, marchan juntos a la batalla, seguros sin dudar el uno del otro. Seguros de su espiritu y valor.








A menudo vemos perderse a nuestros camaradas, en especulaciones interminables. A menudo, durante esas especulaciones, vemos en ellos la misma forma que critican. Vemos la falta de estilo, de actitud, de cultura, de amplitud de pensamiento, de libertad de espíritu.

Digan si no, si muchas veces, profundizando una charla con un camarada, quien teóricamente es un compañero de ruta, no terminamos hablando con un extraño, con alguien cuyas actitudes, su estilo y su cultura, nos resulta “bizarro” como dicen ahora.
Los amigos, suelen ser amigos, mientras nuestro pensamiento es un calco del de ellos, mientras es fácil comprender y compartir dos o tres cosas que a veces resultan elementales.

A menudo, recuerdo a los hombres de un tiempo no muy lejano. Recuerdo su estética, sus modos, su forma de conducirse, y entonces me siento más cerca de muchos de ellos, que no compartían mi pensamiento político por ejemplo, porque pese a eso, compartíamos muchas otras cosas, que ya no puedo compartir con algunos de los que dicen ser propios.

Hablamos mucho de la edad oscura, pero ésta también a nosotros nos alcanza. Ya no hay respeto, ni estilo, ni forma, ni actitud, hay sectarismo. Hay también un gran fraccionamiento, un infinito fraccionamiento.

Mientras el enemigo nos somete, avanzando siempre con su forma de ameba progresista/consumista, nosotros estudiamos al camarada de reojo, tenemos que saber cuál es su espiritualidad, para juzgarlo traidor a Dios, o enemigo de los dioses. Debemos saber qué opina de todo, para juzgarlo equivocado o traidor.

Mientras tanto, perdemos estilo, nos convertimos en cibernautas compulsivos, o en bizarros manifestantes callejeros, vamos de la todopoderosa militancia en la red, a la histérica violencia urbana, o la actitud inquisitorial ante cada supuesta herejía, si somos cristianos, o le cargamos a Cristo, toda la decadencia, si no lo somos.

Los que no nos quieren, comparten eso que llaman antifascismo, que es algo tan difuso como políticamente efectivo, para unir a todos aquellos que no nos quieren. Y es muy fácil para ellos hacer antifascismo, porque cada grupo cerrado de lo que denominan genéricamente fascismo, está muy ocupado odiando al que tiene al lado.

La incapacidad de un estilo, de una forma, de un respeto muto, es parte de la decadencia. Eso se ve claramente en la imposibilidad de apreciación, de creación, en la repetición hasta el cansancio de fórmulas que se desgastan, en esa imposibilidad de trascender el módico pensamiento dialéctico de la modernidad. Ese pensamiento que opera contra nosotros mismos, siendo completamente inoperante contra los demás.

Las cosas que se dicen, el nivel de desarrollo que alcanzan nuestras discusiones, o muchas veces las discusiones que no queremos tener, aferrados a ciertas fórmulas infalibles, es algo “bizarro”.

La madeja enredada de la red, difunde, pero también confunde. Todos son parte e iguales, y suelen perderse las jerarquías intelectuales, políticas o artísticas, todos acceden a todo y todos hacen todo, sin que exista un modo “humano” de jerarquización y de orden. Nuestra cultura se convierte entonces en “bizarra”, inhumana, instantánea, volátil, igualitaria.

No alcanza con creer que uno es mejor, y crear una página web que lo difunda. Como están las cosas, serán dentro de poco solamente algunos, quienes conserven un grado aceptable de conciencia y de cultura. Serán aquellos que se sobrepongan a la última etapa de lo informe, lo sin estilo, lo sin cultura. Ellos serán el núcleo del núcleo, la elite de la elite. Aquellos que quizá deban volver, no sólo a los libros que cada vez circulan menos, sino más atrás, a la primera forma oral y mágica de Homero y de los Bardos.

Alguien me dijo hace poco: jamás tendrían que haber abandonado nuestros antepasados la tradición oral. Tenía razón, porque de ese modo, la palabra era de ellos, la ejercían los sacerdotes, los poetas y los magos, y la escuchaban los agricultores y los guerreros junto al fuego. Ellos no sabían, ni podían saber, lo que significa ser bizarro.

Juan pablo vitali

¡DESPIERTA HOMBRE MEDIOCRE!
¡NO DEJES QUE EL CONSUMISMO TE SOMETA!

martes, 9 de septiembre de 2008

Critica al Humanismo Racionalista de Solzhenitsyn

Para leer, pensar y reflexionar.







“El humanismo racionalista nacido durante el Renacimiento basó la civilización occidental moderna en la tendencia peligrosa a adorar al hombre y sus necesidades materiales. Todo lo que se encontraba más allá del bienestar físico y de la acumulación de bienes materiales, todas las demás necesidades humanas y todas las características de una naturaleza más elevada y sutil, fueron excluidas de la atención del Estado y de los sistemas sociales, como si la vida humana no tuviera sentido superior. Esto proporcionó entrada al Mal, del cual existe en nuestros días un flujo libre y constante. La simple libertad no resuelve, en modo alguno, todos los problemas de la vida humana, y hasta añade varios nuevos…”.



Alexander Solzhenitsyn, “Discurso en la Universidad de Harvard” (1978), en Denuncia.

jueves, 4 de septiembre de 2008

La Nobleza

Honor de Norman Rockwell
El oro es noble, luminosamente armónico, perfecto y hermoso. La forma en la que se lo mire es la clave para descubrir la nobleza en algo; por ejemplo, cuando se mira al oro con valor material pierde toda su esencia.
Lo mismo pasa con el hombre, uno podría ser luminoso y perfectamente hermoso espiritualmente hablando, pero cuando los intereses materiales y mundanos entran en juego se pierde toda la nobleza y por mas que se lo adorne uno no puede brillar si la luz no sale de lo mas profundo de su ser. Y si así como hoy tenemos un simple papel plebeyo que vale su cantidad en oro, también tenemos hombres tan plebeyos que solo tienen un titulo que les otorga el valor de la nobleza, en una sociedad tan reducida. Lo que pudo ser llamado tiempo atrás nobleza, hoy es solo riqueza, como se dice “plebe arriba, plebe abajo” por eso, el carácter de valor espiritual, toda lucha de clases es un eufemismo. Pues son todos de la misma clase “plebeyos” con o sin dinero.
Sin embargo no todo esta perdido…la nobleza no murió…
Y quizás algún día…los corazones de los espíritus nobles traigan de vuelta la edad de oro, la primavera del mundo y la evolución del hombre.


Franco M.C.F.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

El capitalismo: ¿Riesgo o Usura?

“Labour, therefore, is the real measure of the exchangeable value of all commodities” (El trabajo, por lo tanto, es la medida real del valor de cambio de todas las mercancías)Adam Smith, The Wealth of Nations



En el sistema económico actual es común el intercambio entre empleadores y empleados. Es habitual el intercambio de salario por trabajo. El empleador ofrece el salario y el empleado ofrece el trabajo; el empleador recibe el trabajo (o el producto del trabajo) del empleado, mientras que el empleado recibe el salario de parte del empleador. ¿Pero cuánto salario merece el empleado por su trabajo? ¿Cuánto trabajo merece el empleador por el salario que ofrece? ¿Cuál es la relación justa entre el salario y el trabajo?
Probablemente la mayoría de la gente coincide en que, si algo merecen poseer las personas, más allá de lo que debe concedérsele a los niños e incapacitados, es el producto de su propio trabajo. El pescador merece el pescado que obtiene después de su laboriosa jornada. El campesino merece los granos que cosecha. Sin embargo, cuando el empleado y el empleador intercambian trabajo por salario, el empleado no recibe todo el producto de su trabajo, sino que una parte la recibe el empleador. Este sistema no es muy diferente del sistema feudal, en el cual el campesino cede buena parte de la cosecha, producto de su trabajo, al señor feudal. En una industria capitalista ocurre un proceso similar, el salario del obrero no corresponde al dinero de la venta de las manufacturas obtenidas con su trabajo, ya que una parte de este dinero es destinada a los empleadores, los dueños, los accionistas. Analicemos entonces los argumentos que podrían justificar (hablamos de justicia) las ganancias del empleador.
Adam Smith en su obra La Riqueza de las Naciones (cuyo título original en inglés es “An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations”) y que es considerada uno de los grandes clásicos de la ciencia económica, presenta algunas justificaciones para las ganancias de los empleadores:
“In exchanging the complete manufacture either for money, for labour, or for other goods, over and above what may be sufficient to pay the price of the materials, and the wages of the workmen, something must be given for the profits of the undertaker of the work who hazards his stock on this adventure.”
(Al intercambiar las manufacturas, ya sea por dinero, por trabajo o por otros bienes, por encima de lo que sea suficiente para pagar el precio de la materia prima y de los salarios de lo trabajadores; algo debe dársele a la persona que emprende el proyecto, quien arriesga su capital en esta aventura.)
La justificación de Smith para las ganancias del empleador se basa entonces en el riesgo de destinar un capital a cierta actividad, que a los ojos de Smith es una “aventura”. Smith corrige además la creencia que alguno de nosotros pudiera tener, de que las ganancias no son sino otro nombre al salario que, como trabajador que dirige y coordina las actividades, merece el empleador:
“The profits of stock, it may perhaps be thought, are only a different name for the wages of a particular sort of labour, the labour of inspection and direction. They are, however, altogether different, are regulated by quite sufficient principles, and bear no proportion to the quantity, the hardship, or the ingenuity of this supposed labour of inspection and direction. They are regulated altogether by the value of the stock employed, and are greater or smaller in proportion to the extent of this stock.”
(Puede llegar a pensarse que las ganancias no son más que otro nombre que se le da al salario de un trabajo particular; el trabajo de inspección y dirección. Sin embargo, las ganancias son algo completamente diferente, son reguladas por principios bastante distintos, y no son proporcionales a la cantidad, la dureza, o al ingenio de este supuesto trabajo de inspección y dirección. Las ganancias son reguladas por el valor del capital invertido, y son mayores o menores en proporción a la cantidad de este capital.)
Como Smith muy bien explica, las ganancias no dependen del trabajo que realice el empleador, sino de la cantidad de capital que invierte. Hoy en día el empleador puede incluso contratar a una persona para que realice el trabajo de inspección y dirección, el cual recibe un salario como un empleado más. La justificación que existía en ese entonces y que existe en la actualidad para las ganancias del empleador, es el riesgo de colocar un capital a la disposición de los empleados.

A imagen y semejanza del banco
Cuando el empleador coloca su capital a la disposición de sus empleados, lo que está haciendo es prestarles el capital a los empleados; y cuando recibe ganancias más allá del capital que prestó, en realidad está recibiendo un interés, que es proporcional al capital prestado. Este mecanismo es equivalente al funcionamiento de un banco. El banquero presta dinero, y recibe más dinero del que prestó. La persona que pide el préstamo recibe cierta riqueza, pero debe devolver más riqueza de la que recibió. Este mecanismo, bastante habitual en el sistema económico actual, es de hecho contrario al sistema de ética de la mayoría de la personas. Entre familiares y amigos, prestar algo a condición de que se devuelva más de lo que se prestó, es considerado un acto de avaricia y exceso de egoísmo. El cobro de interés a los préstamos fue prohibido en muchas sociedades del pasado, así como en muchas religiones, catalogándolo de usura.
usura. (Del lat. usūra):
1. f. Interés que se lleva por el dinero o el género en el contrato de mutuo o préstamo.
2. f. Este mismo contrato.
3. f. Interés excesivo en un préstamo.
4. f. Ganancia, fruto, utilidad o aumento que se saca de algo, especialmente cuando es excesivo. (Fuente: Diccionario de la Real Academia Española)

La condición necesaria
Hemos visto que tanto en el funcionamiento de un banco como en el de cualquier otra empresa capitalista, el empleador o el banquero pone a disposición de los empleados y deudores, un capital. ¿Pero por qué alguien pediría prestado capital, si deberá devolver más de lo que recibe? ¿No es mejor obtener ese capital por cuenta propia? Una persona pide capital prestado debido a que no tiene manera de conseguir este capital a tiempo. La condición necesaria para que los préstamos (créditos) existan, la condición necesaria para que los empleadores paguen un salario menor del que corresponde al trabajo del empleado, la condición necesaria para que el sistema capitalista funcione, para que los banqueros y empleadores obtengan riqueza sin trabajar, la condición es que existan personas que carezcan del capital que necesitan. Si las personas tuvieran suficiente dinero no pedirían prestado, y el banquero no recibiría dinero sin trabajar; si los campesinos poseyeran la tierra que necesitan para cultivar, no le darían nada al terrateniente que no trabaja; si los obreros poseyeran la maquinaria y la materia prima que necesitan para producir manufacturas, el patrón no recibiría parte de la riqueza producto del trabajo de los empleados, sin trabajar él mismo. ¿No estamos en realidad ante un chantaje? ¿Si yo me aprovecho de la necesidad de alguien para exigirle algo que de otra forma esa persona no aceptaría, esa persona está aceptando el trato bajo coerción, eso no es acaso equivalente a un chantaje? Llámese usura, chantaje, coerción, explotación o “favor” interesado, la pregunta que lógicamente los defensores de la justicia deben hacerse es la siguiente ¿Existe una alternativa? ¿Puede realizarse alguna empresa exitosa sin recurrir a los que poseen el capital y sólo están dispuestos a prestarlo cobrando un interés, sabiendo que las personas comunes carecen de la cantidad de capital suficiente? Más adelante trataremos de responder a esta pregunta.
¿Pero por qué existen personas que carecen de capital y otras que no carecen de capital? Las palabras de Smith son elocuentes al decir que las ganancias del empleador son proporcionales al capital invertido. Lógicamente, si las ganancias son proporcionales al capital, mientras más capital posea una persona más ganancias obtendrá, entonces tendrá más capital para invertir, y mayores aún serán sus ganancias. La única limitación a este círculo de enriquecimiento es el tamaño del mercado y la cantidad de mano de obra, ya que llegará un momento en el no habrá suficientes compradores para los productos, o no habrá suficientes empleados. Esto explica el por qué una pequeña diferencia en el capital de las personas puede transformarse en una enorme diferencia de capital en un tiempo relativamente corto. Aquellas personas que por alguna u otra razón poseen menos capital, recurren a las personas que poseen más, y en el intercambio, la persona que posee más capital pasa a poseer aún más mientras que la que posee menos pasa a tener una deuda. El por qué existen pequeñas diferencias de capital puede tener muchas razones, los defensores del sistema prefieren hablar únicamente de las diferencias que son producto del mérito de las personas, en el caso de que hayan sido más trabajadoras o más ingeniosas, pero no puede descartarse el hecho de que muchas veces, y me atrevo a decir que la mayoría de las veces, estas diferencias son producto del azar, de la especulación, del acaparamiento, del robo, de las guerras, de herencias… Aún si estas pequeñas diferencias son resultado del mérito de las personas, ¿esto justifica el que las diferencias aumenten en base a la carencia de otros seres humanos?

El supuesto riesgo
Es innegable que existen riesgos al momento de emprender cualquier actividad productiva. Existe el riesgo de elaborar un producto que nadie querrá comprar, existe el riesgo de que el capital invertido sea robado, dañado o malgastado. ¿Pero este riesgo justifica las ganancias de los empleadores y banqueros? ¿El riesgo no es compartido muchas veces por los empleados y deudores? ¿En la práctica qué tan riesgoso es prestarle dinero a una persona que, de no devolverlo, será perseguida por la justicia? ¿Cuál es el riesgo de un terrateniente que presta su tierra para el cultivo, que se desaparezca la tierra?
Si la ganancia sirve para compensar el riesgo de quien invierte su capital, entonces, a largo plazo, la ganancia equivaldría a las pérdidas ocasionadas por las inversiones desafortunadas, inevitables cuando existe cierto riesgo. A largo plazo el inversor mantendría la misma cantidad de capital, y el interés sólo serviría para compensar las pérdidas imprevistas. A partir de este razonamiento es evidente que, en el sistema actual, las ganancias y los intereses son mucho mayores a los justificados por el riesgo, es decir, mucho mayores a los necesarios para hacer frente a pérdidas imprevistas, ya que éstos no producirían la gigantesca acumulación de capital que ocurre en el sistema capitalista. Las ganancias y el interés no son una compensación al riesgo del inversor, sino son el resultado de un sistema donde las personas que carecen del capital necesario se ven obligadas a vender su trabajo por un precio injusto, y donde un grupo de personas aprovecha la necesidad de otras para exigirles una parte de la riqueza que producen con su trabajo.

¿Existe otra manera?
Los defensores de este sistema arguyen que de no existir el interés, el poseedor del capital no tendría ninguna motivación para prestarlo, es decir, no tendría ningún interés en prestarlo (de ahí la palabra “interés”). Entonces, argumentan, no sería posible poner en marcha ninguna empresa de medianas o grandes proporciones, pues para esto es necesario que las personas que poseen mucho capital acumulado estén dispuestas a invertirlo. De ahí que estas personas sostienen que la inversión privada es esencial para el desarrollo de una sociedad, y cualquier restricción o situación que ahuyente a la inversión privada, representa un obstáculo para el desarrollo. Para reforzar esta idea existen las listas de “Riesgo País” y de “Competitividad” en donde los países con mayores restricciones a la explotación, y donde por lo tanto los inversores privados tienen menos interés en invertir, son calificados negativamente.
Pero en realidad, desde hace mucho tiempo las personas han utilizado otros mecanismos para tener a su disposición el capital que no poseen de manera individual. En lugar de recurrir a las personas que acumulan capital, y que sólo están dispuestas a prestarlo cobrando un interés, varias personas con un capital limitado, pueden agrupar sus capitales y ponerlo a la disposición de quien lo necesite sin cobrar ningún interés (o cobrando un interés bastante bajo que sí esté justificado por el riesgo o por costos administrativos). El deudor debe simplemente pagar lo que recibió, ni más ni menos, y los acreedores simplemente tienen la seguridad de que, a la hora de necesitarlo, ellos también recibirán el préstamo y no deberán pagar intereses. Este mecanismo es generalmente llamado una Mutualidad. En una mutualidad o mutual, varias personas aportan una parte del capital que poseen y el capital agrupado es utilizado para emprender alguna actividad o simplemente para ayudar a alguna de las personas en caso de una emergencia. Cualquier obra pública funciona bajo este mismo principio. Un impuesto puede ser visto como el aporte de capital que cada persona realiza; mientras que las obras públicas pueden ser vistas como el capital que será utilizado por estas personas en caso de necesitarlo. Una calle es una obra financiada por la suma de los aportes de muchas personas. Cuando una persona transita por la calle lo que hace es tomar prestado el capital de muchos, durante el tiempo que transita dicha calle. La persona no paga ningún interés, ya que al terminar de transitar por la calle habrá devuelto el capital que recibió prestado, ni más, ni menos. Aquellas personas que financiaron con sus impuestos la construcción de la calle tienen la seguridad de saber que, cuando lo necesiten, podrán transitar por dicha calle, es decir, podrán tomar prestado el capital y sólo deberán devolverlo sin pagar ningún interés extra (a menos que dañen dicho capital). Este sistema puede, y esto es bastante evidente, financiar obras y empresas de grandes proporciones, a condición de poder administrar con justicia los aportes de las personas. Es por esto que la inversión pública es mucho más justa que la inversión privada, ya que puede estar exenta de la usura que parece inevitable en la inversión privada, si bien subsisten unas pocas inversiones privadas sin fines de lucro.
Sin embargo un sistema que no recurra a la inversión privada difícilmente puede funcionar si los capitales escasos son controlados por entes privados. La tierra y las materias primas son capitales que no pueden ser fabricados con el trabajo de las personas. Mientras una casa es el producto del trabajo de las personas que la construyeron, la tierra sobre la que se construye y las materias primas utilizadas en su construcción preexisten en la naturaleza, por lo que no es justo que sean poseídos por un particular, más aún cuando son escasos. Si toda la tierra es controlada por terratenientes, el campesino no podrá evitar vender su trabajo por un salario injusto, ya que no podrá sobrevivir sin la tierra. Un obrero podría conseguir el capital necesario si es financiado por entes públicos o mutualidades pero si la materia prima es controlada por privados, será difícil evitar ser explotado. Es por esto que la tierra y las materias primas deben ser repartidas equitativamente, si abundantes, o democráticamente, si escasas. El agua, los alimentos y las medicinas es otro ejemplo de algo que, de ser poseído por un ente privado, puede obligar a las personas que carezcan de ellos a vender su trabajo a precios extremadamente injustos. La sociedad sólo puede tener la seguridad de que la explotación sea evitada, si es ella la que controla estos capitales estratégicos.

La justicia social requiere luchar por que el agua, los alimentos, las medicinas, la tierra y las materias primas sean bienes de dominio público, y por que las personas sean justamente retribuidas por su trabajo. Esta otra manera, en la que la sociedad controla los medios de producción y las personas son retribuidas de manera justa por su trabajo; esta otra manera en donde las personas no se ven obligadas a vender su trabajo por un salario injusto, ni a vender su dignidad, ni su sexo, ni sus ideas; esta otra manera se llama socialismo.


“Tu machete y tu dignidad bajo el yugo nunca estarán si tu luchas por pan, trabajo y tierra.” (Grupo Madera)


Jorge Luis Rojas D’Onofrio
Publicado originalmente en: Rebelión
Extraido de: Tercera Via

¡RESISTE EL EMBATE DEL CAPITALISMO!
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